Dismaland, el parque de atracciones de Banksy

Al entrar se tiene la impresión de estar en un parque de atracciones, con el castillo, la noria, el carrusel y los puestos con juegos de fondo, eso sí con algo distinto en el ambiente. Lo primero que experimentamos fue The Galleries, entrabas a una sala oscura con carteles luminosos que mostraban mensajes del estilo Es mejor no tener hijos» o «Protégeme de lo que yo quiero» leído por una niña a través del sistema de megafonía, obra de la veterana artista Jenny Holze. También se escuchaba música de fondo y se veían luces de discoteca en una de las esquinas, mientras nos acercábamos pudimos vislumbrar coches de choque pero lo que no esperabas era encontrarte con la personificación de la muerte, obra de Banksy, subida en uno de ellos moviéndose al ritmo de Staying alive. Toda una experiencia para los sentidos que despierta tu curiosidad aún más por lo que está por venir. Además de esto, un estudio de dibujo con una pizarra en la que van transformándose las caras de personajes como Hello Kitty o Beetty Boop (Andreas Hydake) o una zona con macetas entre cartones de comida (Caroline McCarthy) o un icono de cara sonriente amarilla pero con los ojos y la boca flotando en el fondo (James Joyce). Pasamos a la siguiente sala donde también encontramos elementos de la cultura pop transformados en algo distinto: cuadros con imágenes de parques de atracciones devastados, una gran nube de algodón simulando una explosión nuclear con unas escaleras (Dietrich Wegner), una bolsa de plástico sobre un pedestal, una pintura de niños en la playa alrededor de algún objeto que les ilumina con su radiación nuclear o pequeñas muñecas de porcelana en las que la artista Jessica Harrison ha invertido unas 200 horas en tatuar cada una de ellas, entre otros. De aquí pasamos a la siguiente en la que encontramos una gran maqueta: Model Village, obra de Jimmy Cauty, una ciudad con policías por todas partes, donde encuentras todo tipo de curiosidades y dobles significados como el camión que atraviesa un local de McDonald en el que podemos leer: Go throught.
A la salida vemos una zona de lanchas teledirigidas, con la singularidad de que son pateras repletas de inmigrantes y patrulleras, con cuerpos alrededor flotando en el agua aquí no tienes posibilidad de elegir, si quieres jugar te puede tocar ponerte en el lugar de los inmigrantes. Cerca se sitúa un bonito carrusel del que cuelga uno de sus caballos como en un matadero con un macabro carnicero dispuesto a hacer su trabajo. También una gran estructura de un camión doble, llamado Big Rig Jig, obra de Mike Ross quien afirma que mientras lo construía reflexionaba acerca de la idea de poder. No podían faltar los puestos de disparos o de pescar peces, en este caso de una zona llena de petróleo o cosas absurdas como tirar pelotas de pin-pon para intentar derribar yunques.
La crítica más cruda sin duda está en «el autobús de la crueldad» que muestra la evolución de las cámaras de vigilancia en Reino Unido, cómo funciona un matadero de cerdos o la violencia en las fronteras. También hay una carpa con reivindicaciones políticas y venta de productos solidarios.
Aunque no es el lugar más adecuado para ir con niños de corta edad cuenta con su particular zona infantil y de marionetas.
El lago de la zona central tiene una furgoneta de policía hundida a modo de fuente y un escultura de la Sirenita desfigurada (Bansky). El castillo de Cenicienta, también obra de Bansky, es uno de los principales iconos del parque, mientras esperas para entrar unas pantallas te muestran una y otra vez el fragmento de la boda de Cenicienta, cuando pasas te encuentras con una carroza a tamaño real volcada, la princesa muerta y periodistas haciendo fotografías con flash, una posible referencia a la polémica muerte de Lady Di.
En una carpa de circo se esconden figuras de animales grotescas, una vajilla con partes humanas (Ronit Baranga, ceramista israelí) y el unicornio de Damian Hirst de fondo, artista británico cuyas obras se encuentran entre las más cotizadas actualmente.
Hay puestos para beber o comer palomitas junto al escenario en el que se exponen continuamente varios cortos muy sugerentes, como el que nos invita a relajarnos con voz suave pero palabras inapropiadas (Fuck That: A Guide Meditation, Jason Headley) o el que simula ser un programa para niños que fomente la creatividad pero parece que quiera volverlos locos (Don’t Hug Me I’m Scared, Becky and Joe Leonie). En este escenario también han tenido lugar actuaciones y conciertos de lo más diverso.
Muchas de las obras de Dismaland realizan una crítica social mediante el humor satírico y el uso de imágenes cotidianas, esto nos resulta cercano, nos involucra y nos hace querer ver más sobre aquellos problemas de la sociedad desigual en la que vivimos y que intentamos obviar para no tener que lidiar con nuestra parte de responsabilidad, pero que introducidos de esta manera nos hacen tomar conciencia y nos cambian de alguna forma mientras nos adentramos en este universo particular.
La visita ha sido una experiencia única, Dismaland puede ser divertido a la vez que inspirador y nos hace reflexionar acerca de las contradicciones del mundo actual con mensajes como: «Home, screen, home«. Según Bansky, el post-modem art es arte con gran potencial para ser compartido a través de las nuevas tecnologías, en el que se premia la novedad, la perspicacia y el humor, pero también la habilidad técnica. Todo aquel que ha tenido la oportunidad de visitar el evento no ha dudado en compartirlo al igual que hacemos desde esta web de difusión cultural.
Fotografías: Roser Díaz www.roserdiaz.com
Hemos publicado este artículo en la revista Arte & Cosas