Cuatro momentos estelares de la historia del arte y la tecnología
I. La máquina universal

Hasta la década de los 50 del siglo XV, la difusión de la cultura tenía un serio problema, hacer copias de los escritos suponía un trabajo duro, lento y en consecuencia muy caro. Los monasterios cumplían además de la función espiritual una función perpetuadora, los monjes reproducían con la mayor exactitud posible los signos que en ocasiones no sabían ni leer. Esta circunstancia, entre otras, limitaba la capacidad expansiva del saber. No era ya que la mayoría de la ciudadanía fuera analfabeta, sino que además aquellos que tenían la oportunidad de hacer progresar su sociedad tenían muchísima dificultad para poder contrastar sus ideas con otras que pululaban por el mundo. La imprenta de Gutenberg no fue la primera maquinaria de tipos móviles, pero si podemos definirla como la primera imprenta moderna.
Johannes Gutenberg, hombre incansable y obseso de la perfección invirtió ingentes cantidades de horas en experimentar las distintas calidades tipográficas que podía alcanzar con la creación de una nueva maquinaria. Su trabajo de investigación, del que no tenemos más noticias que las que se desprende de un proceso judicial en Estrasburgo, revela una búsqueda incansable de la eficacia mecánica pero sin descuidar el aspecto artístico, las obras resultantes debían ser bellas. Éste, seguro de hacer fortuna acabó endeudándose, el largo proceso de producción que requirió su imprenta le condenó a la bancarrota y a la persecución de sus deudores hasta casi la muerte. Sin embargo, esta injusticia sería paliada históricamente gracias a las consecuencias de su invención. La imprenta, objeto tosco y mecánico, se convirtió en la médula espinal de la difusión de las ideas humanistas. La belleza y el saber serían ahora capaces de propagarse por Europa mucho más fácilmente que antes, y con el paso de los siglos lo harían por todo el mundo. Los artistas podrían compartir y enriquecerse con las aportaciones de otros creadores a los que nunca tendrían la oportunidad de conocer. Uno de los ejemplos más tempranos fue Durero, quien no dudó en utilizarla para difundir sus obras. También tenemos ejemplos en la arquitectura, los grandes tratados de Vitrubio, Serlio y Palladio se convertirían en manuales indispensables para cualquier arquitecto gracias a la accesibilidad que permitieron las ediciones impresas. Este flujo de cultura sigue sin detenerse hasta el día de hoy. Probablemente la evolución de la historia del arte distaría de ser tal y como ha sido gracias al empeño de Gutenberg que creyó dejarnos solo un objeto pero nos regaló la inmortalidad del conocimiento.
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